Archive for the ‘memoria’ Category
A Cindy Book
«A Cindy Book» (1964-1975) es un pequeño cuaderno de 8 páginas, arrugado y roto, en el que una jovencísima Cindy Sherman comenzó a pegar las fotos que robaba del albúm familiar. Aunque, a primera vista, la breve colección de 26 fotos puede recordar el típico diario adolescente, enseguida percibimos que se trata de algo bastante diferente. Debajo de cada foto, con torpe caligrafía escolar, Cindy escribe una y otra vez: “That’s me”
“That’s me”. “That’s me”. “That’s me”. Obstinadamente, Cindy Sherman, por aquel entonces Cindy Morris, trata de construir su identidad a través de cada imagen. Cindy con la cara manchada de restos de papilla. Cindy aprendiendo a andar. Cindy posando con sus compañeros de clase. Cindy con su primer novio. Cindy preparada para asistir al baile de fin de curso… Como buena coleccionista, la joven Cindy es metódica y obsesiva. No en vano, con cada una de estas fotos, Cindy define su lugar en el mundo.
Hoy, ya sin la intensidad de la Cindy adolescente, la Sherman continua coleccionando autorretratos. Su obra, presente en los mejores museos del mundo, se paga a precios desorbitados y alimenta profundas reflexiones acerca de la postmodernidad, los estereotipos culturales tardocapitalistas y las políticas de género. Sin embargo, al margen de los cheques inflados y la palabrería de la crítica, yo prefiero creer que, tras las máscaras y los disfraces de Cindy Sherman, todavía pervive aquella adolescente, que en un rincón de Nueva Jersey robaba fotos del albúm familiar para tratar de construir el relato de su existencia.
Espacios abandonados
Cárcel de Carabanchel
A menudo la red nos enseña que al otro lado del hilo hay alguien como nosotros. Filias y fobias son comunes en personas de Tokio, Alabama y Carabanchel. Yo lo descubrí con la captura de espacios abandonados.
Cárcel de Carabanchel
El espacio abandonado de hoy es la ruina romántica del pasado. El pueblo, la fábrica, la estación de tren ya olvidados son los restos arqueológicos aún frescos de nuestro tiempo. Colarse, recorrerlos y explorarlos es una experiencia inquietante donde se mezclan el miedo y la curiosidad. Son espacios donde aún se respira y se siente a la gente que los habitó, en los que trabajó y que finalmente abandonó. Al igual que yo, multitud de gente de todo el mundo ha fotografiado y fotografía estos lugares y dejan sus capturas en la red. Hay multitud de ejemplos, os pico la curiosidad con dos en castellano y dos de fuera de nuestras fronteras. Como veréis los temas son muy variados:
También podréis encontrar otros testimonios simplemente navegando en Google o en páginas como Flickr con tags como “abandonado” u “olvidado” y si probáis en inglés, los registros aumentan exponencialmente.
Belchite
Un último consejo, tened cuidado. Tras visitar alguna de estas páginas vosotros también podéis caer y os podéis encontrar después aumentando el tiempo de exposición de vuestra cámara en algún lugar oscuro y abandonado de vuestra geografía más cercana.
Belchite
Texto y fotos de Eugenio Robles para Muack.
Episodios Nacionales. Táctica
Con demasiada frecuencia, la historia de España gira sobre si misma. Tras siglos de cultivar una identidad basada en la culpa y el odio, los españoles hemos terminado por interpretar nuestra Historia como un bucle fatal. Como un circuito cerrado, sin principio, ni fin. Sin solución.
Esta forma de entender nuestro pasado golpea en mi cabeza cada vez que me enfrento al trabajo de Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1970). Su obra nos habla de caudillos que se resisten a desaparecer, de pedestales vacíos y de máquinas en furiosa fuga hacía la nada. Elementos, todos ellos, presentes en Episodios Nacionales. Táctica, la exposición que acaba de clausurar en el Círculo de Bellas Artes dentro del programa oficial de PHotoEspaña 2010.
La muestra, formada por tres fotografías, un vídeo en el que un grupo de personas ciegas recorren con sus manos figuras y monumentos de Franco, y un busto del dictador fundido en bronce que gira sin parar sobre si mismo, estaba atravesada por un sentimiento tragicómico que evoca nuestra mejor tradición cultural. Una tradición que mezcla el fatalismo con una mala leche inequívocamente española y que es una esplendida plataforma para analizar los mecanismos que emplea el poder para construir y legitimar su interpretación de la Historia.
Andy Warhol y las cápsulas de tiempo
Desde los años 50 hasta principios de los 70’s Andy Warhol fue almacenando en cajas de cartón miles de fotografías, cartas, recortes de prensa, facturas y en general cualquier documento que pasara por sus manos. Se trataba de un gesto cotidiano, que realizaba de manera sistemática y sin una finalidad artística concreta.
Solo sus sufridos colabores conocían la existencia de estas cajas, que pronto comenzaron a ser llamadas “Time Capsules” y que permanecieron ocultas hasta su muerte en 1987. Fue entonces cuando casi por sorpresa, salieron a la luz 600 cajas de cartón idénticas, repletas de las reliquias que Warhol había acumulado durante años.
En varias ocasiones, Warhol había planteado su intención de vender las “Time Capsules”. Pensaba introducir en cada una de ellas un pequeño dibujo y vender luego todas al mismo precio, sin que los compradores pudieran conocer el contenido de cada caja. Sin embargo, finalmente nunca lo hizo y las cajas terminaron arrumbadas en un almacén hasta su muerte. Desde entonces se conservan en el Warhol Museum de Pittsburgh.
En 2005, a iniciativa de este museo se creó Time Capsule 21, una web que nos ofrece la posibilidad de explorar on-line el contenido de una de estas cajas. En ella hay, entre otras cosas, postales, tarjetas de visita, facturas, catálogos, revistas, discos, tiras de fotomatón, notas de llamadas telefónicas, negativos fotográficos, recortes de prensa relacionados con el intento de asesinato que sufrió Warhol en 1968 o la filmación de una sesión de fotos con una rubísima Debbie Harry. Un collage de tópicos warholianos, que vale la pena revisar con la misma mirada voyeur que cultivaba el propio Warhol. Evitando cualquier implicación emocional, pero saboreando cada detalle como quien espía la correspondencia de un vecino o mira a través del ojo de una cerradura.
Kasimir Malevitch
Hoy hace 75 años que Kazimir Malevitch murió en Leningrado. Unos meses antes, al conocer la enfermedad que provocaría su muerte, pidió que enterraran sus cenizas bajo la sombra de un roble cerca de su dacha de Nemchinovka.
Durante su funeral, una pequeña comitiva acompañó en silencio al camión que trasladaba su estrafalario sarcófago suprematista. Sobre el radiador, abriendo el cortejo fúnebre, ondeaba orgulloso el Cuadrado Negro.
Como un príncipe desterrado, Malevitch, el más oscuro de los artistas rusos, había muerto solo. Tras la muerte de Lenin, las autoridades soviéticas decidieron relegar el arte de vanguardia y sustituirlo por un realismo tan obvio como el propio Stalin. Fue entonces cuando Malevitch cayó en desgracia.
En 1930 fue detenido e interrogado y sus pinturas fueron retiradas de la circulación. El misticismo suprematista era incompatible con la nueva URSS. Como la propia Rusia, la pintura de Malevitch se transformó, derivando hacía una figuración vagamente expresionista repleta de campesinos sin rostro.
Tras su funeral, bajo el roble de Nemchinovka se erigió un cubo blanco coronado por el Cuadrado Negro, emblema de un tiempo tan oscuro como el propio Malevitch.
Vía ??????????- ???????.
El mapa de la memoria
El Mapa de la Memoria es un proyecto abierto y colaborativo que, a través de un mashup de Google Maps, permite geolocalizar fosas comunes, restos de simbología franquista, centros de detención e internamiento y otros elementos relacionados con la Guerra Civil Española.
Es sintomático (y muy triste…) que después de tanto tiempo, todavía se siga discutiendo sobre la conveniencia de recuperar los restos de miles de españoles desaparecidos, que paradójicamente todo el mundo sabe donde están. Imagino que a los que leéis este blog desde otros países os costará entender toda esta miseria. Os aseguro que a nosotros también. En cualquier caso, proyectos como este permiten, al menos rendirles homenaje y reclamar que esta situación se resuelva de una vez por todas.
El Mapa de la Memoria es una iniciativa de Asturias Opinión.
Los dibujos de Hitler
El próximo 15 de Abril la sala Mullock’s subastará una veintena de dibujos atribuidos a Adolf Hitler. Se trata de acuarelas y dibujos al carbón fechados en torno a 1908, cuando el joven Hitler todavía aspiraba a ser admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena. A pesar de que la noticia ha aparecido en medios de todo el mundo, esta subasta no es un hecho excepcional. Ya en 2005, 2006 y 2009 se subastaron dibujos y pinturas de Hitler, siempre con un notable éxito de ventas.
Entre las piezas vendidas durante estos años hay prácticamente de todo. Dibujos con pretensiones academicistas, acuarelas, óleos… incluso en 2006 se subastaron unos dibujos firmados por Hitler, que muestran a algunos de los enanos que acompañaban a Blancanieves en la película de Disney de 1937. Es sabido que Hitler era un dibujante compulsivo. De hecho, ni siquiera en sus momentos más difíciles dejó de dibujar. En el libro de Joaquim Fest, “Conversaciones con Albert Speer”, el arquitecto del Reich y ministro del Armamento durante los peores años de la guerra, decía: “durante las deliberaciones Hitler no se cansaba de dibujar bocetos. No le faltaba pericia: los pergeñaba con trazo rápido y acertaba con la perspectiva”
Speer, interlocutor privilegiado de Hitler y artifice junto a él de la delirante Germania, sabía mejor que nadie que en el corazón del nazismo reside una inequívoca dimensión estética. Un aspecto, subrayado por Benjamin cuando definía el fascismo como el esteticismo de la política y que lejos de entenderse como un factor instrumental, es su verdadero motor ideológico.
En sus conversaciones con Fest, Speer dice: “Hitler pretendía pasar a la historia como patrón de las artes antes que como estratega militar. Hitler consideraba la guerra como una necesidad – su maldito deber- mientras que las artes se hallaban acorde con su tendencia más profunda”.
Antes que nada, Hitler se consideraba artista. Un demiurgo poseído por la utopía wagneriana de la obra de arte total, que se valía de la política, la guerra y los campos de exterminio, como instrumentos para su creación.
The Monument Men
A riesgo de que me odiéis, voy a insistir con otro post virado al sepia y lleno de soldados que miran cuadros. Voy a hablaros de The Monuments Men, un libro de Robert M. Edsel, que narra las vivencias de The Monuments, Fine Arts, and Archives section (MFAA), una fuerza especial formada en 1943 para proteger y restituir los bienes culturales afectados por los combates durante la Segunda Guerra Mundial.
El MFAA, más conocido como The Monument Men, fue un grupo formado por unos 400 hombres y mujeres de trece nacionalidades diferentes, la mayoría de ellos voluntarios. En sus filas, además de militares, había profesores, artistas, curadores, historiadores del arte, arquitectos y restauradores, generalmente vinculados a instituciones culturales americanas y británicas.
Cuando los aliados se abrian paso a través de los territorios europeos ocupados, The Monument Men protegían y reforzaban las estructuras de los monumentos de la zona, tratando de mitigar los daños que pudieran sufrir durante los combates.
Posteriormente se dedicaron a localizar obras de arte y otros bienes culturales robados o desaparecidos. Durante los meses siguientes al final de la guerra, The Monument Men descubrieron algunos de los almacenes secretos en los que el ejército alemán ocultaba obras de arte expoliadas durante la ocupación o que habían sido evacuadas de los museos alemanes para su custodia. The Monument Men supervisó la protección, catalogación y transporte de estas obras, garantizando que fueran devueltas a su lugar de origen. Sólo en Alemania, encontraron aproximadamente 1.500 depósitos de obras de arte.
A mi, como a Marta, esta historia me parece salida de un episodio de Allo, Allo.
Arte Salvado
Acaba de inaugurarse Arte Salvado, una interesante exposición que muestra el proceso de salvamento del patrimonio artístico español llevado a cabo por el Gobierno de la República durante la Guerra Civil.
En noviembre de 1936 las bombas que cada noche caían sobre Madrid, alcanzaron al Museo del Prado. No era la primera vez que los bombardeos afectaban a edificios como la Biblioteca Nacional, la Real Academia de Bellas Artes o el Palacio Real. Sin embargo, las nueve bombas incendiarias que cayeron sobre el Prado, fueron determinantes para que el gobierno español se decidiera a evacuar más de 20.000 obras del Museo del Prado, la Real Academia de Bellas Artes, el Monasterio del Escorial y el Palacio Real. Pocos días después, setenta y un camiones cargados con las piezas más importantes del patrimonio cultural español, iniciaban un accidentado viaje que terminaría año y medio después en Ginebra.
Allí, las obras permanecieron bajo la custodia del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, una institución independiente formada por algunos de los principales museos del mundo. Al terminar la guerra, las obras fueron entregadas al gobierno de Franco. El mismo día que emprendían su viaje de vuelta a España, las tropas alemanas invadían Polonia.
Nunca antes se había desarrollado un proceso de protección del patrimonio artístico semejante a este. Un proceso polémico, lleno de improvisación y de riesgo, pero imprescindible para mantener intacto nuestro patrimonio cultural.
Pictogramas para una decada
Por fin termina 2009 y con él, la primera década del s. XXI. Para despedirme de estos años atribulados y apasionantes os dejo el gráfico que Phillip Niemeyer, director de arte de Double Triple, ha hecho para The New York Times. Es difícil decir + con -.
Feliz 2010 a todos y un rotundo ¡¡¡Muackkkkk!!!