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Historia de dos cuadrados.
Despedí 2011 con el blog hecho unos zorros. Totalmente desconfigurado, entré en 2012 sin poder desearos feliz año y sin la convicción necesaria para hacerlo. Ahora, de vuelta a la normalidad (¿?) quiero cumplir con ese ritual y regalaros este cuento constructivista. En él, El Lissitsky explica a los infantes sovíeticos cómo dos valientes cuadrados liberan al mundo del caos y lo conducen a un nuevo orden, luminoso y, por supuesto, rojo. Aunque en este caso la historia terminó peor que el cuento, espero que os llene de entusiasmo revolucionario, y os ayude a encarar este nuevo año. Feliz 2012.
Muack!!!
Aquí os dejo la traducción al inglés del original ruso.
My happy soviet childhood
A comienzos de los 90, Berlín todavía vivía la resaca de la caída del Muro. En aquellos días, Berlín Este estaba literalmente ocupado por jóvenes de toda Europa, que transitaban por sus calles en bicicletas que recogían de la basura. En Mitte, justo tras la Puerta de Branderburgo, los patios de las casas, todavía estaban cubiertos por los trastos que los vecinos habían arrojado por las ventanas. Allí se amontonaban restos de muebles, ropas viejas y papeles que daban fe del desmoronamiento de una forma de entender el mundo.
Más allá del centro, Berlín se extendía en enormes extensiones de edificios anodinos, monotonamente alienados en torno a grandes avenidas. Aquellas calles, no eran muy diferentes de las que me habían visto crecer. Berlín Este era muy parecido a cualquier barrio español de los años 70. Tampoco los viejos Lada 1600 se diferenciaban demasiado del Seat 1430 de mis padres. Fue entonces cuando descubrí que aquel mundo gris, me era mucho más cercano que las viviendas unifamiliares de las ciudades norteamericanas que veía en las películas. Como tantos españolitos, yo había crecido como un niño ruso…
Quizás por eso, me ha enganchado My happy soviet childhood, un grupo creado en Flickr por usuarios que muestran imágenes de su infancia en la URSS. En su mural encontramos fotos de escolares de acampada o celebrando fiestas de cumpleaños, imágenes de juguetes y objetos cotidianos y, por supuesto, propaganda… Imágenes repletas de niños rubios que soñaban con ser cosmonautas, muy parecidas a las que habitan en los álbumes de los españoles que, en aquellos mismos días, soñábamos con ser delanteros del Real Madrid.