s[edition]
A comienzos de los 90, las primeras piezas de arte digital aportaron un soplo de aire fresco al triste panorama artístico de la época. Frente al culto al objeto y al mercado, característicos del arte de la década anterior, aquellas piezas recuperaban el carácter experimental propio del mejor arte del siglo XX. El flamante arte de los nuevos medios gozaba de un saludable espíritu crítico, ajeno a los intereses de las grandes galerías y de las casas de subastas.
Desde entonces, el arte digital ha sabido mantener su independencia, cuestionando categorías como la autoría o la idea de obra original a través de proyectos colaborativos y abiertos, en los que la participación/interacción de los espectadores/usuarios resulta fundamental. Hoy, aunque mucho más integrado en los circuitos comerciales, el arte digital continua abierto a la experimentación y a la búsqueda de nuevos lenguajes visuales.
Por supuesto, nada de esto tiene la menor relación con s[edition], la nueva plataforma de venta de ediciones artísticas digitales, que complementa las funciones de una tienda online, con las de una esquemática red social. En s[edition] podemos encontrar ediciones digitales de Damien Hirst, Tracey Emin, Bill Viola, Win Wenders o Shepard Fairey, en tiradas de entre 2.000 y 10.000 ejemplares, a precios comprendidos entre 6 y 600 €. Algo, al parecer, sedicioso y revolucionario.
S[edition] pretende ser el último eslabón de la larga tradición de ediciones de arte que, desde los primeros grabados en madera, a las ediciones Fluxus, han tratado de acercar el arte a un público más amplio. Sin embargo, a pesar de su carácter seriado y del certificado (digital) de autenticidad que acompañan cada pieza, la oferta s[edition] no responde a los principios de una verdadera edición. S[edition] solo ofrece reproducciones de piezas “analógicas”. En el mejor de los casos, arte digitalizado.
En un archivo digital no existe la posibilidad de distinguir entre original y copia, lo que convierte en innecesaria y vacía cualquier forma de seriación. Estoy seguro de que en S[edition] lo saben, como saben también que su oferta no tiene nada que ver con la necesidad radical de sentido que plantea el arte. Su negocio es otro: ofrecernos cromos brillantes para lucir en el iPad. Nada sedicioso. Nada de nada. Nada.
Si te interesa el tema, no dejes de leer este post de Paul Waelder en Arte, cultura e innovación.